El quinto de cinco, el tres de los tríos, casi siempre el único del uno: ¿la imparidad?, c’est moi, que dijo el Sol. El eterno Sí a la mesa para uno y a la habitación individual. La soledad es la condena de Prometeo, que engulle su hígado día tras día.

Todo daría para que mi tacto volviera a funcionar por placer, y no por necesidad ni obligación, para que tus estrellas fuesen sólo una noche el juguete favorito de mis yemas. Niego y niego la evidencia. Me finjo ciego a lo que se refleja en mis pupilas, sordo al acorde que me va calando desde esa garganta que fue mía una vez.

He perdido el control, el orden. Una buena hostia, y merecida, casi me salta los ojos. Atado y bien atado siempre me ha sonado rancio, y de repente lo aleatorio es un abismo al que me asomo sin cordel.

Con tu ausencia, la burbuja llena de vacío se atisba ya en los Pirineos, expandiéndose como enseñé a los húsares. Toda la vida península, para terminar isleño. Sin un istmo que los una a la Vida, sin una geografía sólida las naciones perecen, los imperios caen.Cuando llegue el solsticio matarán a Francisco Fernando y será el principio. El principio del final. El principio de mi final. El final de mis principios. El final de mis finales.