Y si tus besos me atrapan, y me matan. Y si tu pluma se engancha entre los versos sueltos que ya estaban escritos en mi espalda, antes de que llegaras tú con los versos más tristes; con ese “te quiero”.
Y si tus miradas me atraviesan hasta impactar en mi mente, y si sí, si me seduces la mente. Si tienes mi cuerpo. Si entre las caricias oigo un murmullo cómplice de deseo satisfecho, un susurro que me diga que así va bien, no miento.

Que las palabras las escribes por mi cuerpo entre aliento y aliento, y experimento tu amor; y hacen que encuentre mi nombre desordenado en tu corazón.
Si te insto a que me ames hasta que salga el sol.
Si nuestros mundo son tan contrarios que encontraron el punto de unión, el hilo rojo que nos mantiene unidos por algo más que la mera y ruborosa atracción.

Y si nada pasara. Y si solo el tiempo pasara entre nuestros cuerpos, en el espacio que dejamos para que el viento borre las huellas de las desesperación y el fracaso. Si nada hacemos. Si nos quedamos quietos esperando el momento que ya pasó, queriendo volver al pasado, sin saber cómo avanzar al futuro.

Entonces es cuando decido morir de amor entre lamentos. Morir entre tus piernas de deseo, y revivir al amanecer con un colocón de sexo, drogas; de amor.
Quiero que tú seas la persona que me diga que todo ha sido real, que el sueño lo dejamos para antes de madrugar. Que las historias infantiles tienen la censura en la parte que nos atrevimos a disfrutar.

Entre verso y verso nos deshacíamos. No nos recomponíamos. Allí yacíamos. Hundidos. Salvados. Liberados. Sintiéndonos amados (eternos afortunados).